Una versión de la leyenda de la cultura Guaraní, Paraguay, Sudamérica. (Imagen 1)
Cuentan que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible. (Imagen 2)
De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí… en dirección contraria, es decir, hacia el fuego.
Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse. Al instante, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección.
Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento harto estrafalario:
—¿Qué haces colibrí?, —le preguntó.
—Voy al lago, —respondió el ave— tomo agua con el pico y la echo en el fuego para apagar el incendio.
El jaguar se sonrió. —¿Estás loco? —le dijo—. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico tú sólo? (Imagen 3)
—No, yo sé que solo no puedo, pero esta selva es mi hogar… Me alimenta, me da cobijo a mí y a mi familia, y le estoy agradecido por eso, lo ayudo a crecer polinizando sus flores. Yo soy parte de este bosque y él es parte de mí. Yo sé que solo no puedo apagarlo, pero tengo que hacer mi parte.
—Bueno —respondió el colibrí— yo hago mi parte… Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.
En otra versión de la leyenda dice, además: “En este momento, los espíritus de la selva que escucharon al colibrí, se sintieron conmovidos por la pequeña ave y su devoción hacia el bosque y pidieron a Dios que enviara lluvia y se hizo el milagro, cayó una lluvia tan generosa que terminó con el incendio”.
Las abuelas guaranís contaban esta historia a sus nietos concluyendo: “¿Quieres atraer milagros a tu vida? … Haz tu parte”.
Actualmente circula esta fábula en las redes sociales y le han añadido: “¿Quieres acabar con las consecuencias del Covid-19?… Haz tu parte”.
De repente, cuando nuestros pequeños esfuerzos cotidianos pueden parecer que no ayudan a resolver los retos y problemas a los que nos enfrentamos como sociedad y personas, y que nuestro esfuerzo se diluye, siempre es bueno acordarse de la fábula del colibrí, aquí contada por Wangari Muta Maathai*, en versión africana (ver “Seré un colibrí” en https://bit.ly/3goUDIH).
* Hija de campesinos de la cultura Kikuyo de Kenia (África oriental) tuvo la suerte de poder estudiar. Es bióloga, ecologista y activista política, y su visión consistió en unir la ecología y el desarrollo sostenible con la democracia, los derechos humanos y el empoderamiento de las mujeres.
En 2004 llegó su mayor proyección internacional; el Premio Nobel de la Paz. Fue la primera mujer africana y la primera ambientalista que consiguió dicho galardón. Según el Comité Nobel, “la paz en la tierra depende de nuestra capacidad de asegurar el medio ambiente, y Wangari Muta Maathai es una exponente en la lucha por lograr dicho objetivo”. (Imagen 4)
Su legado permanece con más de 40 millones de árboles plantados en toda África y más de 3 mil viveros atendidos por unas 35 mil mujeres. El movimiento Cinturón Verde sigue trabajando por todo el continente africano y sus ideas se expanden por todo en planeta (Imagen 5). Lo que probablemente sea más importante, es que Wangari Muta Maathai puede ser una inspiración para miles de mujeres, especialmente africanas, las cuales han aprendido que estudiando y luchando pueden cambiar sus vidas y su entorno. “Con este método práctico de plantar árboles, las mujeres se han dado cuenta de que tienen elección real de poder preservar el medio ambiente o destruirlo. Estas experiencias contribuyen al desarrollo de su autoestima y les da un poder mayor sobre sus vidas”. (Nairobi, 1977).
Búsqueda de gráficos y notas Raffaela Cedraschi, investigadora del MNCM