Talismanes hallados en contextos arqueológicos ayudan a entender al islamismo de al-Ándalus

A partir de pequeños detalles se pueden revelar aspectos importantes de las culturas del mundo antiguo. Este es el caso los talismanes metálicos hallados en contextos arqueológicos en algunas regiones de la península ibérica, que datan de la época del dominio musulmán andalusí, y que dan cuenta de una práctica religiosa flexible hacia creencias y tradiciones diversas.

El doctor Virgilio Martínez Enamorado, investigador y profesor de la Universidad de Málaga, dictó la conferencia “Evidencias arqueológicas de la magia talismánica en al-Ándalus”, realizada el jueves 28 de abril en la Biblioteca Pedro Bosch Gimpera del MNCM, con transmisión en directo por el canal de YouTube del Museo (disponible en https://youtu.be/Oe1oOLlPwjI).

Contextualizó que al-Ándalus, que en su mayor esplendor ocupó casi toda la península Ibérica, estuvo bajo el dominio musulmán durante la Edad Media, desde el 711 hasta 1492. Esta cultura dejó espectaculares registros arqueológicos como la Alhambra y un sinfín de mezquitas, y otros vestigios más modestos, pero no menos reveladores, como los talismanes, que han sido estudiados por los investigadores en fechas recientes.
La gran mayoría de estos talismanes han sido encontrados por buscadores de tesoros clandestinos en los alrededores del estrecho de Gibraltar, específicamente en los sitios de Nina Alta, en Málaga, España, y en Ceuta, en la península de Tánger, en el norte de África, mismos que tuvieron una gran cantidad de población beréber. Están hechos con plomo, presentan diferentes formas y se utilizaban para curar enfermedades físicas y mentales, para proteger del mal y/o como exvotos.

También definió que un talismán es un objeto artificial para protección, que tiene significados mágicos y astrológicos, y que debe ser creado bajo ciertas condiciones astronómicas. En al-Ándalus, los talismanes se manufacturaban siguiendo estrictos procesos, como se ha podido constatar en textos de magia, como el libro de “Picatrix” (“Ghāyat al-Ḥakīm”) del siglo XI, y conjugaban las tradiciones y creencias paganas preislámicas con la religión musulmana.

Dichos abalorios se han clasificado en varios tipos. Los epigrafiados son placas que tienen grabados fragmentos del Corán, especialmente el azora VII, sobre los 99 nombres de Alá, y el azora CXII, sobre la unicidad divina. Los porta-amuletos son cajitas o cápsulas en las que se guardaban papeles con palabras mágicas. Los moldes son las placas de piedra grabadas con las que se elaboraban los talismanes.

Los figurativos tienen diferentes formas: espadas jinetas, que pueden ser un símbolo de Mahoma y del poder de Alá; animales, que se usaban para proteger casas y ciudades, destacando la figura de la vaca (“al-baqira”), un animal fundamental por ser fuente de alimento y vida; objetos de la vida cotidiana como zapatos y botas; símbolos religiosos como la mano de Fátima, una representación del nombre de Alá, y figuras antropomórficas.
Estas últimas han sido revisadas con mayor profundidad recientemente. Son imágenes femeninas con atributos sexuales resaltados; usan grandes tocados con símbolos lunares; tienen el cabello acomodado en largas trenzas y los brazos en posición oferente, y pueden representar una sincretización entre diosas paganas de la fertilidad y personajes poderosos de la historia musulmana y cristiana, como la reina de Saba (mujer de Salomón) y Fátima al Zahra (hija de Mahoma).

Entre las cosas que se han podido concluir de estas piezas es que datan de los siglos XII y XIII, durante un periodo de resurgimiento de conocimientos alquímicos y astrológicos y de recuperación del principio de la feminidad; son una representación de la unión de conocimientos religiosos musulmanes y paganos de los beréberes del norte de África; están asociados con lugares sagrados y santuarios, y ayudan a entender que el islamismo en al-Ándalus fue una doctrina flexible.