El zigurat es una de las formas arquitectónicas características de las ciudades mesopotámicas, monumentales plataformas escalonadas que tenían en la cima un templo dedicado al dios patrón de cada ciudad. Se creía que estas estructuras servían para conectar los mundos humano y divino, aunque también pudieron ser un recordatorio simbólico de la rígida estructura social-religiosa de estos pueblos.
Los zigurats (del acadio “zaqaru” que significa “construir en alto”) fueron torres piramidales escalonadas de base cuadrada o rectangular (de unos 50 por 40 metros), cuyos ángulos apuntaban a los puntos cardinales. Tenían entre 3 y 7 niveles de altura (pudieron alcanzar los 70 metros, poco más que la Pirámide del Sol de Teotihuacan), y para el ascenso disponían generalmente de tres escaleras (una frontal y dos laterales).
Tomaron su forma con el paso del tiempo, al construirse nuevos templos encima de los deteriorados, pues se han encontrado restos de edificaciones en los cimientos. Aunque también se ha pensado que emulaban a montañas, como el punto de contacto natural entre la tierra y el cielo (o la humanidad y la divinidad), lo cual se sustenta en que las terrazas inferiores solían estar pintadas de color negro o marrón, y los superiores de blanco o azul.
En la cima se edificaba un santuario o residencia para el dios regente de la ciudad, cuyo acceso estaba restringido a los sacerdotes y, ocasionalmente, al rey y alguna doncella (para la celebración de rituales hierogámicos). De tal forma, los zigurats eran lugares para la manifestación de los poderes divinos en el mundo terrenal, y su trasmisión a la humanidad (el rey).
Algunas investigaciones sostienen que eran una representación de las escalas sociales mesopotámicas: en la cúspide los dioses, creadores de todo y manipuladores de la naturaleza; seguidos por los sacerdotes, intermediarios entre estos y la humanidad; la realeza y la corte, que recibían el poder de los dioses, con mediación de los sacerdotes, y las personas comunes, que tenían negado el acceso a los zigurats.
La ubicación de estos edificios también da cuenta de los cambios en la estructura social mesopotámica, pues durante el periodo neo-sumerio (siglos XXII a XXI a.C.) se construían en el centro de complejos religiosos, como referencia del poder de los sacerdotes, pero para el periodo neo-asirio (siglos X a VII a.C.) eran un apéndice del palacio del rey, indicando la reivindicación del soberano e incluso su deificación.
Se han recuperado los restos de 32 zigurats en Irak e Irán, destacando el de Ur, el más antiguo, construido por el rey Ur-Nammu en el siglo XXI a.C. y restaurado por Nabonido en el VI a.C. En la cima tenía un templo al dios de la luna Nanna y posiblemente puestos de observación astronómica y/o para la vigilancia de las crecidas del río Éufrates; en los pisos intermedios había escuelas para los sacerdotes y los funcionarios, y en la parte inferior, almacenes y archivos. En la sala de “Mesopotamia”, del Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM), se exhibe una maqueta de una reconstrucción del zigurat de Ur.
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