Vudú – INAH

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VUDÚ

* Con más de 200 piezas, la muestra recorrerá la historia, cosmogonía y evolución de este culto con raíces africanas, europeas y taínas

Con el objetivo de mostrar a la religión vudú de Haití en la amplitud de su contexto histórico, cosmogónico y antropológico, pero también ideada para contrarrestar los estereotipos que sobre ella ha impuesto la cultura occidental, se presenta la exposición temporal Vudú, en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo (MNCM).

Curada por la maestra Raffaela Cedraschi, y desarrollada por el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la exposición reúne más de 200 piezas –entre arte textil, escultura, hierro recortado y fotografía– que adentrarán a los visitantes a la complejidad y a la realidad del vudú en Haití y sus lugares de origen en África.

Dicha exhibición, compuesta por nueve núcleos temáticos, es una grata sorpresa para el público, ya que es poco lo que en México se sabe de Haití pese a la cercanía geográfica de ambas naciones.

Así, la exhibición en el recinto de Moneda 13 se aproxima a la “tierra de montañas” –significado en arahuaco de la palabra Haití– desde los tiempos anteriores a 1492 y la llegada de Cristóbal Colón a la isla que llamó La Española; ocupada entonces por indígenas taínos que, siglos antes, habían migrado desde la cuenca amazónica.

El primer núcleo gira en torno a la creolización, concepto que la investigadora vincula con la palabra créole, que designa al idioma oficial de Haití, y a la vez sintetiza la mezcla cultural que ocurrió cuando la población taína que huyó a las montañas para evadir a los colonizadores españoles y franceses, entró en contacto con los “cimarrones”, esclavos africanos que escapaban de sus captores.

Un segundo eje exhibirá piezas como los drapo vodou, banderas tejidas y decoradas a mano con lentejuelas, chaquira y otras cuentas para representar y ofrecer tributo a un determinado lwa (dios o espíritu en la religión vudú); así como imágenes de figuras católicas como la Madre Dolorosa, San Patricio y Santiago Apóstol, representados desde sus equivalentes vudú: Erzuli, Dambala y Ogou.

Cedraschi comentó que de manera similar al sincretismo que en Mesoamérica usaron los indígenas para mantener su cosmovisión frente a la imposición europea, los créoles sobrepusieron a muchas de sus deidades africanas en los santos católicos.

“Los africanos tienen una inteligencia visual muy fuerte. Esto explica que vieran a Dambala, un sabio que usa bastón, en San Patricio de Irlanda, situación que desconcertó a los sacerdotes católicos, ya que símbolos como la serpiente, vinculada al mal en el cristianismo, eran benignos en África por estar asociados, por ejemplo, a la serpiente arcoíris de la cultura fon de Benín”.

Esta sobreposición, añadió, fue la manera en que los esclavos defendieron su manera de explicar al mundo en una época en que se les privó de su libertad, lengua, religión e identidad como personas.

El tercer núcleo se dedica a los altares vudú, sitios en los que los fieles depositan ofrendas al momento de hacer pedimentos, y en donde los sacerdotes, oungan, y las sacerdotisas, manbo, disponen una variedad de objetos (ropa, bastones, bolsas, armas, joyas o bebidas) que requieren para ataviar al espíritu que se manifieste a través de ellos u ocupe el cuerpo de un asistente en trance.

“Ogou, que es un dios guerrero, pide un machete y un pañuelo rojo, en cambio Erzuli necesita de joyas y perfumes”, indicó la curadora al mencionar que dentro del vudú se calcula existen más de 140 espíritus, cada uno con rasgos propios que deben ser reconocidos por el sacerdote.

La cuarta sección abordará la raíz africana del vudú haitiano, proveniente de los actuales Benín y Nigeria, aunque con influencias menores del Congo, Angola y Senegal. Se incluyen aquí fotografías que la antropóloga Nallely Moreno ha tomado en Benín, y que muestran la práctica actual del vudú primigenio.

Al respecto, la investigadora mencionó que dentro del vudú haitiano se reconocen tres corrientes, o ritos: el Rada, que venera a los dioses africanos que viajan debajo del océano Atlántico hasta presentarse en Haití; el Congo, que como su nombre indica procede de dicha geografía; y el haitiano Petro, que incluye a espíritus más fuertes y violentos, nacidos justamente para defender a sus fieles del esclavismo y la explotación.

El quinto núcleo repasa temas como las sociedades secretas, la magia y la zombificación, en aras de desmentir los estereotipos “hollywoodenses” que de acuerdo con Raffaela Cedraschi, derivan del morbo por lo exótico y la satanización que potencias esclavistas como Estados Unidos, España y Francia difundieron sobre Haití luego de que, en 1804, este país fuera el primero de América Latina en independizarse y abolir la esclavitud.

Agregó que, “en el imaginario popular de Haití, el zombi es alguien que debido a sus malas acciones en vida recibe una condena social. Es un ser que a través de una sustancia aplicada por un sacerdote, queda en estado catatónico y no muere, lo que para ellos es un castigo eterno que equivale a un regreso a la condición de esclavo”.

El recorrido continúa con dos núcleos dedicados, respectivamente, a los hierros recortados, arte popular haitiano que asemeja los vèvès (símbolos gráficos de los espíritus) y a los santuarios contemporáneos, con la idea de acercar al visitante a cómo es la religión vudú de hoy, practicada libremente y oficializada por la constitución de Haití.

La exposición cierra hablando de la diáspora actual del vudú haitiano, y la forma en que éste se ha expandido y adaptado en múltiples latitudes del mundo. Arraigándose, curiosamente, en países que antes lo prohibían: Estados Unidos, Reino Unido y Francia, entre otros.

Esta exposición fue posible gracias la colaboración con el Museo Nacional de Culturas Populares, de la Secretaría de Cultura federal, la Embajada de la República de Haití en México, y el préstamo de piezas de coleccionistas privados.

Vudú permanecerá en exhibición hasta el domingo 30 de septiembre en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, ubicado en Moneda 13, Centro Histórico, a una cuadra del Metro Zócalo.