Peculiar concierto de violín y objetos inusuales ofrecieron en el MNCM los músicos de Sirena del Bosque

Música con vasos, cucharas, platos, serruchos y hasta marionetas, el grupo Sirena del Bosque (Xyrena del vozke) regaló un curioso concierto de música tradicional irlandesa, escocesa, inglesa y norteamericana usando instrumentos musicales cotidianos, el sábado 21 de mayo.

A su vez, en la Sala Intermedia se escucharon leyendas, fábulas e historias de la cultura japonesa, para conocer sus creencias y valores, en la sesión de cuentacuentos “Monogatari”, que acompaña la exhibición “Nippon América”, que actualmente se exhibe en el Museo.


El impulso por hacer música no tiene límites, por ello, en varias culturas se han usado todo tipo de objetos a manera de instrumentos musicales, como ejemplificaron Francisco Javier Lledías (percusiones y dirección) y Victoria Eugenia Forte (violín), integrantes de Sirena del Bosque. Para iniciar, usando el tambor tradicional británico bodhrán, creado a partir de un cernidor, interpretaron la danza escocesa “Tam Lin” y la canción inglesa “El rey de las hadas” (s. XVIII).
Las cucharas también fueron un popular instrumento musical escocés e inglés, debido a su accesibilidad y asequibilidad, que se usaron para acompañar todo tipo de bailes y géneros musicales. Usando un par de madera, compartieron el tema inglés “Ella se va” (s. XVI), que se acostumbra tocar a bordo de los barcos al zarpar, y con otro de metal tocaron “Melodía del arlequín” (s. XVIII).


En la cocina se pueden encontrar otros objetos comunes a los cuales sacarles sonidos, como vasos de vidrio, usados en la composición canadiense “Whisky antes del desayuno” (s. XVIII); platos de cerámica, que se tocaban mientras se esperaba la comida, se escucharon al ritmo de la pieza canadiense “Acadian jig” (s. XVIII), y cubetas para leche llenos de objetos metálicos, que el ensamble uso en la interpretación de la tonada escocesa “La cruz de Inverness” (s. XIX).
Aún más peculiar era el uso de la tabla de lavar, adaptada por la comunidad afroamericana en el siglo XVIII, pues tenía prohibido tocar música. Esta se percutía con dedales metálicos y se le fue acompañando con otros objetos sonoros como campanas, cornetas y matracas. Con este instrumento se escucharon “La lavandera irlandesa” (s. XVIII), “La casa de Calliope” (Dave Richardson, s. XX), “El jinete Astley” (s. XVIII) y la tonada popular estadounidense “Pavo en la paja” (s. XVIII).
Entre los instrumentos inusuales que incluyeron los intérpretes en su repertorio estuvieron el pandero, también derivado de un cernidor, con el tema inglés “Aire de arlequín”; semillas chocadas entre sí, en la polka irlandesa “Las zapatillas mágicas” (s. XIX); muñecos de danza sobre un pandero, en este caso un gato antiguo, en la composición escocesa “Una noche nueva” (Olaf Sicckman, s. XX), y un serrucho frotado, cuyo agudo y ondulante sonido se disfrutó con la inglesa “Mangas verdes” (s. XVI).
El concierto fue realizado en colaboración con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.


En la Sala Intermedia se presentó el programa “Ajos, sal y pimientos, lo demás son cuentos: Monogatari”, a cargo del Grupo Musacuentos. Guadalupe Rivera compartió “La montaña donde se abandona a los ancianos”, que enseña a valorar a los adultos mayores por su sabiduría y amabilidad, mientras María de Jesús Meneses, caracterizada como geisha, contó “La leyenda del crisantemo”, sobre una mujer que prolongó la vida de su hijo agonizante, al multiplicar los pétalos del crisantemo.
A su vez, Yolanda Olvera narró “Por qué las lombrices de tierra no cantan”, una fábula donde una serpiente cantora, pero ciega, y una lombriz con excelente visión, pero muda, intercambian sus dones con mediación de un grillo tramposo. Elizabeth Martínez compartió “La procesión de los 100 fantasmas”, historia detrás del famoso dibujo “Hyakki Yagyō Zu”, de Tosa Mitsunobu, y Fernanda Albarrán y Frida Reyes, representaron la fábula de “La lechuza y el cuervo”, en el que la primera desata la ira del segundo tras pintarlo de negro, por lo cual decide no volver a salir de día.