En el Egipto faraónico las mujeres tenían los mismos derechos que los varones

Para desdibujar estereotipos y visibilizar la importancia de las mujeres en diferentes culturas del mundo, antiguas y contemporáneas, el martes 8 de marzo inició el ciclo de conferencias “Diversas, divinas y humanas. Las mujeres en el mundo, miradas desde la antropología”, organizado por el MNCM. La primera presentación titulada “Mujeres divinas, humanas y diversas en la sociedad del Egipto faraónico”, estuvo a cargo de Gerardo Pérez Taber, investigador del Museo.
El especialista inició acotando que la imagen mediática moderna de las mujeres egipcias y de Oriente Medio como seductoras y fatales, derivó de la corriente artística e ideológica del “orientalismo”, de los siglos XIX y XX, que imaginaba a esta región como un lugar de hedonismo y exotismo. Esto aunado a una antigua campaña de desprestigio de las mujeres egipcias iniciada por el Imperio romano, durante el gobierno de Cleopatra, por el siglo I a.C.
Taber explicó que, en realidad, las mujeres fueron un pilar de la cosmogonía egipcia: Una de las deidades más importantes y ancestrales fue Bat, señora de la fertilidad, asociada con una vaca al ser fuente de alimento y vida. De esta derivó Hathor, diosa del amor y la maternidad, quien en unión con Ra, el Sol, propiciaba la vida, y era madre de Horus, tutelar de los faraones. De hecho, esta diosa solía representarse junto a los gobernantes, brindándoles su apoyo y poder.
Mencionó a otras destacadas diosas como Sekhmet, señora de la guerra y la medicina, representada como una leona; Bastet, la faceta pacífica de la anterior, una gata, protectora de Egipto, e Isis y Neftis, quienes ayudaban al dios Ra a renacer cada día. Destacó que varios dioses tenían una contraparte femenina complementaria, por ejemplo, Djehuty o Thoth, señor de la escritura, y su consorte Seshat, encargada del cálculo y el diseño.
Derivado de esta forma de pensamiento, en el ámbito social las mujeres eran reconocidas por su relevancia para la generación de la vida y el funcionamiento de la cotidianidad, y por ello tenían el mismo rango y oportunidades que los varones, dentro de su respectiva clase.
Taber compartió varias obras escultóricas y pictóricas donde las mujeres y los hombres se representaron juntos, en igualdad de jerarquía y apoyándose en las labores diarias.
Entre la clase gobernante, la gran esposa real era considerada la personificación de la diosa Hathor, y tenía tanta importancia como el faraón. La herencia de títulos y cargos era matrilineal, y los descendientes tenían que provenir de la gran esposa real para acceder al trono. Incluso, las hijas podían convertirse en gobernantes por derecho, tal fue el caso de Hatshepsut (c. 1478-1458), Semenkhakara (c. 1370-1330) y Cleopatra Philopator (69-30 a.C.).
Las mujeres de las clases populares tenían derecho a estudiar y podían ocuparse en cualquier oficio o cargo, incluso en el área de administración y gobierno, recibir una remuneración y tener puestos directivos. Sin embargo, destacaron especialmente en el área de la danza y el acompañamiento ritual, habiendo incluso compañías de mujeres dedicadas a esto.
Taber también compartió otros aspectos de la vida de las mujeres egipcias, como que no existía la concepción de la “virginidad” y podían ejercer su sexualidad libremente antes de tener una pareja permanente; que se les permitía juntarse con extranjeros o tener pareja del mismo sexo, aunque no era común, y que se les permitía separarse, simplemente debían repetir “te repudio” siete veces a su compañero ante un testigo.
La sesión completa sobre las mujeres en el Egipto faraónico está disponible en el canal de YouTube del MNCM en https://youtu.be/wE2TyJX61mQ
El ciclo continuará el jueves 17 de marzo a las 19:00 horas, con “Mujeres de África. Algunas reflexiones”, a cargo de Raffaela Cedraschi, investigadora de África y Oceanía del MNCM.