CHAMANISMO EN NORTEAMÉRICA (V)

El chamanismo en Norteamérica debe verse como una de las maneras adoptadas por los nativos de estas tierras para tratar con lo sobrenatural. Está basado en la creencia de que hay ciertas personas mejor equipadas para este menester que el resto de los hombres. Tal creencia no es nativa del Nuevo Mundo, sino que acompañó a los primeros pobladores venidos desde Asia, hace ya muchos milenios (alrededor de 25 a 40).
Sabemos que la palabra “chamán” proviene del idioma hablado por los Tungus, una de las etnias siberianas (imagen 1). Sin embargo, esto no quiere decir que esta forma de religión haya sido necesariamente inventada en Siberia, ya que sus simples postulados se encuentran diseminados por todo el Viejo Mundo, demostrando su increíble antigüedad y dejando en el incógnito su lugar de origen. Las otras proposiciones que, acompañando al chamanismo (o formando parte de éste), pasaron del Viejo al Nuevo Mundo, son igualmente acordes con la naturaleza humana que es la misma en todas partes, y son:
PETICIÓN DE BIENESTAR PARA LA COMUNIDAD
Hay otro tipo de sesiones que no involucran a un enfermo específico, sino que se celebran para pedir salud y bienestar para toda la comunidad. Éstas tienen lugar durante los meses de invierno y entre el cuarto creciente y la luna llena. Se dice que son para “reparar la residencia”; en estas ocasiones el chamán convoca solemnemente a sus espíritus ayudantes y les pide que alejen las epidemias de su aldea (y las dirijan a otra). También pide que concedan buena fortuna a su parentela y a todos los pobladores de la comunidad en todo lo que emprendan (imagen 2).
Esta sesión empieza a la puesta del sol y termina al amanecer del día siguiente. El chamán y sus parientes que le ayudan en la organización, y sobre todo en el acompañamiento de los cantos, no pueden comer ni beber en todo el día. Justo antes de empezar la sesión toman un poco de agua y un poderoso emético que los obliga a vomitar (ver entrega III). Cuando el sol se empieza a ocultar, los espíritus se congregan en la vivienda que ha sido cuidadosamente limpiada; alrededor del fuego, se ha esparcido arena limpia. En el momento en que el sol desaparece, hombres y mujeres empiezan a cantar al ritmo del tambor tocado por uno de ellos.
El chamán, ataviado con su atuendo ceremonial, empieza a correr alrededor del fuego de izquierda a derecha “con el sol”, cada vez con mayor rapidez, con el rostro vuelto hacia la salida del humo, hasta llegar a un estado de frenesí que interrumpe al parar en seco y gritar algo. Entonces cesan el batir del tambor y los cánticos, mientras todos los ojos se fijan en el chamán. Se cree que en este momento uno de los espíritus invocados se ha apoderado del chamán, y que no es él quien actúa, sino el espíritu que lo ha poseído (Imagen 3).
El chamán asegura que durante estas sesiones ve una multitud de espíritus en diferentes formas y de distintas clases, pero no se aparecen todos juntos sino uno por uno y sin un orden definido (imagen 4). Durante la sesión, el chamán cambia de máscara varias veces, conforme al espíritu que se le vaya apareciendo * (imagen 6). Al terminar la sesión para “reparar la residencia”, empieza una fiesta que se inicia con el acto colectivo de fumar y termina con un banquete. Se asegura que cuando el tambor y los cánticos armonizan bien, la sesión se desarrolla de mejor forma.
EL CHAMÁN Y LA GUERRA
El chamán funge como consejero del jefe durante las partidas de guerra (imagen 7). De noche cuando los hombres están reunidos en torno al jefe, el chamán aparece ataviado sólo con su tocado y su faldellín, se acuclilla en el piso cerca del fuego y se abstrae por un buen rato, mientras su espíritu vuela al campo enemigo para ver su fuerza y develar sus secretos. Mientras tanto, su ayudante toca suavemente el tambor. De pronto el chamán se incorpora violentamente y anuncia que ha conquistado a los espíritus de la partida enemiga, al tiempo que su ayudante bate el tambor sonora y rápidamente celebrando la victoria.
En caso de equivocarse en sus pronósticos, siempre era posible achacarle la culpa a algún brujo.
* En muchas áreas donde la religión predominante es el chamanismo, priva la costumbre de embadurnarse la cara con hollín para evitar ser reconocidos por los espíritus durante los ritos funerarios. En algunos casos, el efecto de las pinturas faciales y corporales es equivalente al producido por una máscara; los individuos ya no son los mismos, han sufrido una transformación, convirtiéndose así en la materialización de otro ser, como en el caso de las curaciones chamánicas (imagen 5).
Irene A. Jiménez, investigadora del Museo Nacional de las Culturas del Mundo.
Acomodo del texto y búsqueda de gráficos Raffaela Cedraschi, investigadora del MNCM.